Contextos históricos y virtuales


por Hanne Campos

Para Juan Campos lo primario es lo grupal, es el contexto histórico del ser humano, su plexus personal y profesional. Pensaba intuitivamente en términos de los grupos en los que el individuo se inserta y se ve inserto. Para la mayoría de las personas esto resulta problemático ya que en el mundo de ahora lo habitual es pensar en términos del individuo y a partir de uno mismo. Hablamos y pensamos desde nuestro yo y nos parece que éste es el elemento fundacional de las personas y de sus relaciones con el entorno. Como grupoanalista, habría diferentes maneras de situarse al respecto. El mismo Foulkes pensaba en el grupoanálisis como un ego-training in action. Pat de Maré, al crear los contextos de grupo grande y mediano, quería inter alias evitar el grupo pequeño que inevitablemente conduce una y otra vez al grupo familia y su vástago, el individuo. Trigant Burrow, al crear The Lifwynn Foundation, pretendía constituir un contexto grupal que articulara en la convivencia diaria los aspectos de la vida humana que en la teoría y desde la teoría se crean y recrean escindidos y dicotomizados o invertidos en el desarrollo del tiempo histórico. E. James Anthony, amante de la historia y autor muy querido por Juan, considera que cada grupoterapeuta debe convertirse en su propio historiador, hacerse sus preguntas, buscar sus respuestas y descubrir su propia identidad profesional y último propósito. Foulkes, por otro lado, también solía decir que el grupoanálisis no es hijo del psicoanálisis y que esto es sólo históricamente verdad, es decir que se conceptuó primero lo que en la evolución humana vino después. Trigant Burrow ya en 1925 resume los primeros hallazgos de sus investigaciones grupoanalíticas como sigue:

‘El punto de vista habitual de que el hombre es un individuo debe ser cuestionado seriamente. El hombre no es un individuo. El hombre  es un organismo societal… El análisis del hombre como elemento es su aislamiento como elemento. Y su aislamiento es un ataque fundamental a un principio grupal orgánico de consciencia.’[1]

El ser humano, quiera o no, nace, vive y muere como miembro de la humanidad. Es la historia compartida, el lenguaje articulado de su especie que de una u otra manera le vincula con sus grupos.

Juan Campos se tiró de cabeza al maremagnum de los grupos. Sin nunca discutirlo ni cuestionarlo, en su práctica hizo de las agrupaciones profesionales —a los que por definición les concierne el funcionamiento grupal—su campo de investigación. Estaba firmemente convencido que eran las personas y grupos allí reunidos que podían y debían afrontar el problema que comentamos. Desde la óptica del presente, en la práxis grupoanalítica de Juan tres elementos “blindan grupalmente” los debates y diálogos posibles, es decir hacen difícil o imposible que las problemáticas se traten principalmente desde el individuo, aunque ejerciendo un reduccionismo obstinado muchos lo intenten:

  1. que las personas interesadas en la investigación compartida estén de manera prioritaria interesadas en las cuestiones de los grupos humanos,
  2. que las problemáticas investigadas se planteen en un proceso histórico-temporal continuo que vincula a las personas y los grupos implicados, y
  3. que la metodología grupal de análisis sea el enfoque principal utilizado aunque también quepa recurrir a otros métodos resolutivos. Este punto de vista comprehensivo hará que el ámbito de investigación sea un grupo de grupos.

Al hacer a la historia de las asociaciones grupales su campo de investigación, Juan Campos resuelve en la práctica un problema de niveles lógicos con el que se enfrenta todo trabajo profesional y particularmente la investigación, que se relaciona con la idea de cambio y que, curiosamente, investigan otros miembros de GdAB por aquellos tiempos. Aquí sólo unos someros apuntes de la cuestión que en un futuro se deben tener en cuenta. Cambio siempre implica el nivel lógico superior: por ejemplo, proceder de posición a moción hace necesario salir, fuera del marco teórico de posición. Dentro de este marco teórico el concepto de moción no puede ser generado, ni tratado. Multitud de cosas pueden expresarse en un lenguaje, excepto cuestiones que se refieren al lenguaje mismo. Si se desea hablar del lenguaje mismo hace falta un recurso lingüístico más allá del lenguaje en cuestión. Otro ejemplo sería: El término método designa un procedimiento científico; se trata de la especificación de los pasos a tomar a fin de conseguir un objetivo determinado. Metodología, en cambio, es un concepto del próximo nivel lógico más alto; se trata del estudio filosófico de la pluralidad de métodos que se aplican en diversas disciplinas científicas. Queremos apuntar el hecho de que pasar de una formulación individual a una formulación grupal de la experiencia humana no solamente implica todo lo que aquí presentamos en cuanto a procesos profesionales implícitos en este desarrollo, sino también implicará preguntas como ¿qué nivel lógico son las asociaciones grupales en relación a un grupo profesional determinado? ¿Qué implican las relaciones intergrupales, intragrupales, subgrupales, en cuanto a la cuestión de cambio? ¿Qué recursos lingüísticos utilizamos en este tan deseado paso de lo individual a lo grupal? No es el lugar de entrar en estas cuestiones de lógica, pero seguramente en algún momento necesitamos plantear el cambio al que aspiramos también en estos términos.

Como se decía, para sus fines y objetivos de investigación grupoanalítica y de cambio, Juan recurre a la historia como referente lógico superior. Tan es así que toda su obra podría considerarse una obra histórica. También podríamos afirmar que la historia es una concepción radicalmente grupal; no hay historia individual; las historias siempre son grupales y, en última instancia, todo lo escrito es una historia grupal. Esto último convierte el contexto virtual en doblemente grupal ya que la comunicación necesariamente  pasa por una o varias escrituras determinadas. Por otro lado, quizás también sea posible preguntarse si investigar la historia no es también un quehacer virtual. Juan en su historia de la AIPG propone diferenciar entre hechos y hallazgos. Sin lugar a dudas, esta línea divisoria, si la hay y debe haberla, requiere ser definida en cada caso. De cualquier modo, lo decisivo es la actitud analítica y grupoanalítica con la que se acomete investigar una historia. Algunos proyectos histórico-grupales de Juan Campos ya se incluyeron en otros apartados del presente Blog. Aquí comentaremos tres directamente vinculados a las agrupaciones profesionales de la AIPG, la GAS (London), y el colectivo variopinto de psicoanalistas afincados en Barcelona y cercanías que influyeron en el desarrollo del psicoanálisis en estos territorios.

Juan Campos descubre que su propio desarrollo profesional como terapeuta de grupo ha seguido paso a paso las mismas fechas que él había escogido para marcar el desarrollo de la AIPG en su Una Historia de la AIPG: hechos y hallazgos /A history of the IAGP: Facts and Findings. O sea, las etapas de aquel coinciden con la de la Prehistoria de la AIPG. Desde su lugar de historiador, Juan ironiza: Toda historia es una interpretación. A este respecto, ésta no podía ser la excepción. Los intérpretes siempre son insinceros —según Yalom en boca de Nietzsche— porque no pueden escapar de su marco histórico ni de su marco autobiográfico. Yo tampoco —dice Juan— puedo escapar de mi mismo, de mi propia biografía, ni de la vida de mis grupos profesionales de pertenencia y de referencia — mi plexus profesional, como yo lo llamo— ni, tampoco, de sus contextos sociales, políticos, culturales y profesionales. Su propia historia viene escrita al compás de la historia y desarrollo de las corporaciones profesionales, quizás —dice— desde el ocaso o tal vez desde el replanteamiento de estas instituciones y, a su vez, la historia de la AIPG viene escrita desde la vida profesional que ha encarnado su propia biografía…

Lo que Juan llama “su” historia de la AIPG, empieza con ocasión del duodécimo Congreso Internacional en Buenos Aires, en el verano de 1995. Fue aquella la primera vez en que las Secciones de Grupoanálisis, de Psicodrama y de Terapia Familiar contaban con espacios conjuntos y separados en un Congreso. Incitadas por la novedad, dos miembros de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo —organización afiliada a la AIGP y una de las asociaciones organizadoras del Congreso— pidieron a Juan, como principal promotor del movimiento de secciones especializadas[2] en la Asociación, una entrevista para su Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo. La entrevista de más de dos horas fue grabada y transcrita por la Revista, dando lugar a un texto de unas 90 páginas… pidiéndole al autor que las redujera a 15. En vista de la imposibilidad de responder a la petición, con los colegas de Grup d’Anàlisi Barcelona, se decidió convertir dicha entrevista en una historia… aumentada aún por muchas horas de investigación de archivo, una historia de gente interesada y trabajando en grupos y con grupos…

Para el siguiente Congreso de la AIPG en Jerusalén en 2000 Juan lanza lo que llama “esta nave espacial en vuelo de pruebas” que fue grupoanálisis.org con una sola carga: el texto para el taller interactivo «Una Historia de la AIPG: Hechos y Hallazgos» (véase carta al entonces presidente de la AIPG, en el documento de JCA “Preludio a una historia institucional inacabada”), que no había sido posible desarrollar presencialmente en el anterior Congreso de Londres en 1998 (véase JCA “Historias para no dormir”), haciendo de esta manera disponible freeware este texto a quienes se suscriban al dominio, u on-line en el módulo de “Historias por contar” de la página.

La segunda historia que aquí comentamos se titula Milestones in the History of Group Analysis. The European Group Analytic Movement and the Question of Internationality of Group Analysis”, (1982-1993-2004, 228 pp.) (Véase introducción bilingüe de 2004). Se trata de una historia sui generis de la Group Analytic Society (London), elaborado y escrito en inglés, que hunde sus raíces en los años que siguen a la muerte de S. H. Foulkes, su fundador, en 1976. Juan Campos temía que GAIPAC —Group Analysis International Panel and Correspondence, que bajo los cuidados de Foulkes como también fundador y editor llegó a 25 ediciones y miles de páginas de intercambios científicos y correspondencia— pudiera perder su característica de plataforma de diálogo por escrito alternado, como sucedía, con los encuentros cara a cara de las reuniones periódicas internacionales. Juan advierte ya a finales de los años ‘70 los efectos del cambio generacional, el peligro de escisiones progresivas entre miembros regulares, miembros overseas y corresponsales de GAIPAC, la creación de un Instituto de Terapia Familiar separándose del Instituto de Grupo Análisis y otros. Las crisis de las instituciones que S. H. Foulkes dejó en herencia —Group Analytic Society, Institute of GA, GAIPAC— se van siguiendo y Juan Campos va construyendo una historia en correspondencia activa con miembros y colegas grupoanalistas de la GAS para transmitir los anhelos, logros y fracasos de las partes a lo largo del tiempo. A través de los años, esta historia se presenta a debate en diferentes encuentros grupoanalíticos internacionales desde Palermo a Heidelberg . La última vez que Juan presenta una versión virtual de este documento, resultado de un esfuerzo titánico de veinticinco años, fue para la Asamblea General Anual de 2004 en Londres en un momento muy delicado de la GAS para que esta sociedad pudiera aprender de su propia historia y enfocar grupoanalíticamente las progresivas crisis acontecidas después de la muerte de Foulkes. En esta y otras ocasiones Juan abre Yahoo-grupos para facilitar el debate on-line.

El tercer lugar ocupan los diversos escritos históricos de Juan Campos relacionados con el desarrollo del psicoanálisis en Barcelona y Cataluña a través del tiempo. El interés de Juan por la historia, una y otra vez le lleva a Freud; la primera en 1974 con ocasión de escribir una reseña del libro de Schur  “Freud living and dying” (reseña de Juan Campos bilingüe ); después en 1986 con ocasión de un congreso celebrado en Perpiñán sobre la “Història de la Psicoanàlisi als Països Catalans”; y finalmente, a raíz de los homenajes en Barcelona del Cincuentenario de la Muerte de Freud en 1989 y del 150 aniversario de su nacimiento en 2006. Para el primero de estos homenajes escribe y publica en versión bilingüe catalán-castellano una pequeña y atractiva obra con el título “Del sueño de Irma al sueño de Mira. ¿Sueños profesionales?”. Para el segundo contribuye en su más puro estilo histórico a la mesa redonda sobre “L’arribada de la psicoanàlisi a Catalunya” (2006, JCA, contribución a la mesa) que concluye diciendo: “Así crece el análisis, cuando el de cada uno se hace entre todos, que es lo que es ser grupo.” Nadie habrá con más experiencia y horas de reflexión sobre el tema. Como siempre, Juan impulsó y ayudó a sostener un Yahoo-grupo para el diálogo durante las semanas previas a estos encuentros.

Las tres obras comentadas absorbieron una parte importante de la energía y vitalidad de Juan Campos, que era considerable. Por mucho que explicara las motivaciones y objetivos que le llevaban a elaborarlas y presentarlas, la respuesta, con algunas excepciones (carpeta: History Archives Notes Responses), en el mejor de los casos fueron comentarios de algunos de los pioneros a quien Juan se los había pedido personalmente, en otros casos un acuse de recibo formal, o una actitud de incomprensión o falta de interés, cuando no un rechazo activo o un silencio igualmente activo durante todos estos años. No es este el lugar para tratar los muchos años de forzado diálogo y correspondencia de Juan con sus colegas de las asociaciones profesionales en cuestión. Por descontado, sus archivos están a disposición de cualquier investigador seriamente interesado en hacer consciente algunas de las cuestiones que consciente o inconscientemente se reprimen en nuestras agrupaciones, así haciendo imposible cualquier cambio creativo o progreso.

Lo que sí quisiéramos incluir en las presentes reflexiones es lo que en nuestro trabajo en GdAB llegamos a concebir como una resistencia generalizada al cambio.

In illo tempore, cuando Trigant Burrow presenta su Método Grupal de Análisis a sus colegas psicoanalistas de la IPA en Bad Homburg, ya entonces explica por qué pensaba que Freud no pudo dar el paso al grupo: porque no contaba con

un grupo consensual de trabajadores” y porque “fue recibido con una resistencia inconsciente de orden social, del tipo de las reacciones pseudo-grupales colectivas… Se le dejó aislado en su posición (de líder) y aislado resultó incapaz hacer frente a esa reacción en su forma social incoordinada —la resistencia social que se impuso desde el mismo principio sigue sin reconocerse y está todavía pendiente de solución en nuestras filas psicoanalíticas. Y—añade— según la posición de mis asociados y mía, los prejuicios pseudogrupales son la base inconsciente de nuestra resistencia social que no se resolverán hasta que les reconozcamos como tan definitivamente inconscientes para la mente social como lo son las resistencias individuales en el análisis individual. Y—concluyeesta resistencia es tan poco resoluble en ausencia de un análisis social como lo son las resistencias del paciente individual.(TB, 1925, The Group Method of Analysis)[3].

S. H. Foulkes también se encuentra con el fenómeno de las resistencias, tema tratado en el párrafo correspondiente de su trabajo “El grupo como matriz de la vida mental del individuo” titulado ‘defensas contra un punto de vista comprehensivo’ (SHF, 1972, Defences against comprehensive  View, documento bilingüe). Foulkes conceptúa de manera revolucionaria lo mental como ‘procesos transpersonales’ que pasan directamente a través de los miembros que componen la ‘red’—el network, como él lo llama— de un grupo, y que crean un fenómeno totalmente nuevo al que suele referirse como ‘el contexto del grupo’. El autor considera que la dificultad de la gente en aceptar esta hipótesis suya como base de su comprensión y conducta, parcialmente se explica por la habitual incapacidad y desgana de aprender algo nuevo. Aprender algo nuevo comporta cambiar toda la actitud de uno mismo respecto a una serie de cosas, respecto a uno mismo y al mundo en el que se vive. Sin embargo, más que esto, Foulkes cree que hay una resistencia muy específica contra aceptar los procesos mentales como un fenómeno multi-personal, y es una resistencia basada en las consecuencias muy personales pero también generales si aceptamos esta verdad. Es su parecer que estas resistencias son comparables a los que Freud encontró contra el reconocimiento de procesos mentales inconscientes en el individuo. Cualquier cambio en cualquier individuo que forma parte de una tal red trastorna todo el equilibrio en su seno. Como esto es cierto para psicólogos, médicos o psicoanalistas como para todo el resto de personas, existe un interés incorporado contra el descubrimiento de este hecho, ya que esto significaría estar mucho más atenta a lo que pasa en las redes de los pacientes como también las de los mismos médicos. En última instancia significaría que toda la comunidad debería asumir una responsabilidad mucho mayor en relación a brotes de trastornos psicopatológicos en general. Hay, pues, en juego un interés defensivo muy específico  en negar el hecho de la interdependencia de los procesos mentales.

En el desarrollo teórico Foulkes en su momento conceptúa el plexus del paciente. Tal como se expone en otros apartados del Blog, Juan Campos amplia los dos principios foulkesianos para comprender la situación grupoanalítica y sus procesos de cambio —la teoría reticular de la neurosis y el concepto de matriz dinámica grupal[4]—  a un trípode, añadiendo su propio concepto de Plexus personal y profesional del terapeuta… del analista… del formador… asimilable a los miembros de ciertos grupos, que interviene en cualquier situación grupoanalítica, ya sea esta principalmente terapéutica o de investigación. El Plexus profesional para Juan se refiere a las maneras cómo el profesional científico desarrolla su actitud analítica, conceptualiza, organiza y justifica su práctica y se convierte en agente de cambio. Decía respecto a su historia de la AIPG que tal vez la había escrito desde el replanteamiento de estas corporaciones profesionales. El concepto de plexus profesional sería el último paso en esta lucha sin cuartel por un cambio, el instrumento de análisis que permitirá hacer un replanteamiento. Juan tenía bien claro que cualquier cuestionamiento del plexus en cuestión despertaba el fenómeno de resistencia y que por lo general los profesionales es gente poco inclinada al cambio propio si ello significa un cambio en el status quo de su plexus profesional. De lo que posiblemente no tenía conciencia es que su concepto de Plexus profesional traía consigo todas las resistencias que ya arrastraban las ideas revolucionarias de Foulkes.

Juan Campos está convencido de que la resistencia principal está en las instituciones y la repetición de su manera de transmitir los conocimientos que impide que el proceso de formación y de profesionalización sea un proceso creativo. Como ya comentamos en otro lugar del Blog, ya en los años 80 investiga a fondo esta transmisión repetitiva y cansina, falta de vitalidad. Y no sólo esto.  A finales de los años setenta, después de la muerte de Foulkes, durante un workshop de la GAS Robin Skynner[5] provoca a sus colegas con diversas preguntas: ‘¿Estamos a punto de hacer una vuelta en U de nuevo hacia el psicoanálisis?; ¿queremos ser seguidores [de Foulkes], lo que requiere que evitemos ver sus limitaciones, o queremos construir sobre lo que fue capaz de darnos, lo que requiere que le veamos más objetivamente?’ Juan recoge el desafío, aunque citando a Foulkes, considera que se trata de una pregunta fuera de contexto. Piensa[6] que las limitaciones mayores de Foulkes y su drama profesional en la vida fue su ambivalencia respecto a producir o provocar una revolución en psicoanálisis[7]. Pero, decía Juan, el problema de lealtades de Foulkes no debe ser el nuestro. Muchos de nosotros no debemos lealtad al psicoanálisis organizado o tanto monta, monta tanto, tampoco al grupoanálisis organizado y las instituciones que lo certifican. No tenemos razones para resistir porque no tenemos transferencia institucional de la que partir. Comenta la anécdota de que a la vuelta de lo que llama su exilio formativo al principio de los años sesenta, al inscribirse en el Colegio de Médico, pone como profesión la de médico psicoanalista. Como se puede leer en la nota V, a finales de los setenta Juan aún soñaba en grupoanalistas con doble formación. Treinta años después, al llenar un formulario para el directorio de la AIPG se olvida mencionar tanto una cosa como otra, y se identifica como Grupo Analista Operativo y Terapeuta de Plexus Reticulares[8] (Operative Group Analyst and Plexus Network Therapist). Queda lejos el interés, heredado de Foulkes, en la relación entre psicoanálisis y grupoanálisis. La actitud analítica, liberada de una historia que la vinculaba en exclusiva al análisis del grupo de a dos, ocupa su lugar en el contexto del grupo de dos más n personas que puede ser de identificación, de pertenencia,  de referencia o adjetivado de otros modos. La actividad grupoanalítica, consecuencia coherente de una actitud analítica, depende de cómo se posiciona cada profesional. ¿Cuál es nuestra historia?

Sin duda, este es el lugar de recordar que las resistencias sociales son tan inconscientes como lo son las individuales y que al igual que estas últimas no se resolverán en ausencia de un análisis social. El concepto de Plexus personal y profesional desarrollado por Juan Campos en principio nos permite el acceso al inconsciente social a la manera de que el concepto de transferencia nos permite el acceso al inconsciente individual, ambos vinculados en el Plexus de las personas. Según Juan, el Plexus de cada cual puede variar en función de las necesidades de los miembros y del grupo como un todo, y que no se puede hablar del Plexus profesional en abstracto, sino única y exclusivamente a partir de la experiencia personal de cada uno en un momento y una situación dados. Ha sido un largo recorrido, el contexto es el de GdAB y cuatro de sus miembros han hecho el esfuerzo de escribir sus “singladuras en grupoanálisis”, un intento de acercar al máximo a la consciencia lo inconsciente de sus Plexus personales y profesionales. El autogrupoanálisis como el autoanálisis tiene sus límites, pero parecería que es mejor que no hacer análisis alguno…   Las historias reales y virtuales aquí presentados, desde el punto de vista de las personas y sus agrupaciones, nos permiten acometer los cambios que a todas luces parecen urgentes y necesarios para una convivencia más humanamente digna.

Quedan abiertas muchas preguntas y vías de interrogación. También algunos apuntes que nos deja Juan en sus últimas anotaciones como la siguiente: “Cuando hablemos de la vida y obra de esos dos pioneros que exponemos en este libro (MGA) —Trigant Burrow y S. H. Foulkes—hablaremos del “proceso creativo” implícito al cambio revolucionario que fue preciso dar al método individual de análisis de Freud a fin de llegar a descubrir en distintos momentos cada uno por su cuenta el Grupo Análisis”. (Comentario manuscrito en 2008, op. cit. p.10. “¡Esta idea me parece fundamental y debe ser planteada grupalmente no sólo desde el punto de vista personal, sino desde el punto de vista sociopolítico y cultural!”). Juan Campos ha dado algunos pasos revolucionarios con una actitud analítica que fomenta una cultura grupal y el concepto de Plexus personal y profesional que permite un nuevo y diferente acceso al inconsciente y se convierte en motor de cambio.

¿Cuál es la revolución —en el sentido de Kuhn— aún pendiente para un cambio? ¿Cómo es que no acabamos de encontrarle la vuelta si tenemos las condiciones y los instrumentos? ¿Cuál es el valor que nos falta para asumir qué pérdida?



[1] Trigant Burrow, “The Group Method of Analysis”. Reprinted from THE PSYCHOANALYTIC REVIEW , Vol. XlV, No. 3, July 1927. Ref. 35 in TB Bibliography “The sum of our findings resolves itself into this. The prevailing view that man is an individual is one which the psychopathologist needs bring into serious question. Man is not an individual. He is a societal organism. Our individual analyses based upon differentiations, which along with others of our kind we have assumed to rest upon legitimate scientific ground, rest in fact upon very transient social artifices and lack the support of a true biological basis. Man’s analysis as an element is his isolation as an element. And his isolation is an essential affront to an organic group principle of consciousness.”

[2] Esta posibilidad fue contemplada por uno de los fundadores y está reflejada en los estatutos de la Asociación. Juan Campos impulsa la puesta en práctica del correspondiente artículo convencido de que para integrar diferentes métodos grupales es necesario primero clarificar las diferencias.

[3] Burrow comments: “Instead of receiving the support of a consensual group of workers, Freud was received with an irresponsible resistance of a social order, of the type of collective pseudo-group reactions… He was left isolated in his position and isolated he was incapable of facing up to that uncoordinated reaction in its social form. This was inevitable. In the absence of the social consensus of a group of co-workers, it was not possible for Freud to include the generic social unconscious. However much it is inherent to the very same nature of the Freudian discovery that the only competent instrument we have in understanding the problems of conscience is a laboratory spirit of consensual observation, the social resistance that imposed itself from the very beginning remains unrecognized and is still pending resolution within our psychoanalytic ranks”. By contrast, he says that “The position of my associates and myself, working as a group, is that pseudo-group prejudices are the unconscious base of our social resistance that will not be resolved until we recognize them as so definitively unconscious for the social mind as are the individual resistances in the individual analysis. And –he continues– “that resistance is so little resoluble in the absence of social analysis as are the private resistances of the individual patient. Otherwise we became Freud’s followers merely in the sense of arbitrary, pseudo-group, collective participants, and the spirit of the discoverer remains submerged under the weight of a mass of imitative and competitive social unconscious… far from moving away from the essential significance of Freud’s basic discoveries, what emerges from our group analysis are simply the results which for Freud remained temporarily blocked in the absence of consensual collaboration on the part of his social relations” (T. Burrow, 1927).

[4] 1972, S. H. Foulkes  «The group as a matrix of the individual’s mental life

 [5] Cita del London Workshop 1977. Robin Skynner asks: Are we tempted to take a U-turn back towards psychoanalysis and its limitations? And further, after sharing with us his believe that “innovators in the field of psychotherapy pass on their most positive contributions through their ideas, while their limitations, of which they are unaware and of which their students are unconsciously taught to be unaware, are passed on in their technique”. He invites us to study the limitations Foulkes transmitted in his technique. As a good and active family therapist, with the purpose of rocking the boat but not of sinking it, Skynner throws back to us this provocative question: “Do we want to be followers, which requires that we avoid seeing his limitations, or do we want to build on what he has been able to give us, which requires that we see him more objectively?” O.K. I take the challenge! I said.  But since I would like to go about it group‑analytically, I think we better start by rephrasing this challenge within the context of the group. As Foulkes would say: “Wrong questions will lead to wrong answers, and pseudo‑problems into pseudo-solutions”. And I say: “Questions out of context will lead nowhere.”

 [6] It is my feeling that the greatest of limitations of Foulkes and his professional drama in life was his ambivalence in bringing about a revolution in psychoanalysis. He was too much of a conservative to do so and, besides, in England there never was a chance. He developed a method and some principles, but he did not dare go as far as put down in a book all the theoretical ideas that naturally sprang from his technique. The defensive trick he used against a psychoanalytic revolution was the one of the man with many hats. Identified with the Founder, we take the risk of ending up with our heads split in two? Foulkes’ problem of loyalties should not be our own. Many of us owe no loyalty to organized psychoanalysis or, maybe by the same token, neither to organized group analysis as training and licensing institutions. We have no reason to resist because we don’t have an institutional transference from where to depart. What we should be concerned with is if we qualify as analysts or not. So, in Foulkes’ words, “the day there are enough analysts trained both as psychoanalysts and as group analysts”, we can dream of being really revolutionary as a group in analytic theory, in technique and, why not, in training as well. I think the time is now ripe for it! Meanwhile what happens? We go on with our inferiority complex of “second best analysts”: analysis is better than psychotherapy and of course, psychoanalysis –if possible ten years long and five times a week– is better than group analysis in a group of eight and a duration of maximum three years, twice a week. That holds true for our patients, that holds true for ourselves regards therapy, and regards training as well!

If psychoanalysis is best, or better than group analysis, and that may be true, it is because as psychoanalysts we study more, we read more, we think more and we invest more in an unsolvable transference neurosis than we do as group analysts. I am convinced that within any organized analytic society the hierarchical order is maintained through the institutionalization of power and through mind control thanks to transference. This transference, however, is not only the primary transference of our original personal and family neurosis of our personal analysis, but also the iatrogenic, didactic transference, the one caught on the couch during training analysis, transference which in turn our didactic analyst caught on his. Of course, like with the story of the chicken and the egg, it is absolutely necessary that one personally decides which came first.

[7] Freud never had a chance to secure a fair analysis for himself, neither Foulkes a groupanalysis. That is the destiny of the founders! Freud never overcame his conflictive identification with his mother institution: Medicine, neither Foulkes his own with Psychoanalysis. It seems that transference –the most resilient of resistances– is equally applicable to people than to institutions. On what do I base my suppositions, you will ask. In the case of Foulkes specifically, on that for him the problem of transference in group analysis still remains the most obscure of topics to be solved. He gets mixed up in a play with capital T, Tr, and small t and x, which is quite confusing, as is his famous sentence: “Training analysts are familiar with the intensity and subtlety with which his trainee repeats his own unresolved and reactivated conflicts with his own patients in turn, not only in projective reversal of his own warded off transference neurosis, but in genuine interaction with his patient’s neurosis.” Also, symptomatically, it shows in the way he writes Group Analysis –two separate words– or in the wording he chose for the training institution he founded: The Institute of Group Analysis (London). Further, he said: “There is no intrinsic reason why psychoanalysis should not in a future extend its dimension and claim that group analysis is psychoanalysis in the multipersonal situation. If and when this should be stated it would become clear however, that the whole of psychoanalytic theory and practice would have to be changed, and far removed from the mind and intention of its originator. We do not wish to inaugurate yet another neo‑analytic school of thought”. Adding: “For the time being we think as psychoanalysts that this discipline has an important function to fulfill on its own grounds… In the meantime we firmly reject the idea that experiences in group psychotherapy should be limited by present day psychoanalytic concepts. Group analysis is free to develop within the larger framework of psychotherapy. Its effects inside this have been described as a revolution.”

[8] En el trabajo que comentamos Juan identifica los anclajes que su concepto de Plexus profesional tiene en la realidad en aquel momento. En un tono más ligero explora lo que sería el plexus de Foulkes, de Freud o el suyo propio. En relación al último cuenta la anécdota que a la vuelta de lo que llama su exilio formativo al inscribirse en el Colegio de Médico pone como profesión la de médico psicoanalista. Treinta años después, al llenar un formulario para el directorio de la AIPG se olvida mencionar una cosa y otra, y se identifica como Grupo Analista Operativo y Terapeuta de Plexus Reticulares (Operative Group Analyst and Plexus Network Therapist). “¿Qué quiero decir con ello?”, pregunta. Y responde: “Un Grupo Analista Operativo es alguien que intenta ser analista de manera operativa, es decir alguien que lleva a su praxis diaria  como terapeuta, investigador y docen­te y miembro de grupos profesionales de colegas los mismos princi­pios generales de la ciencia en que fue entrenado, para la que está cualificado y que practica. A la vez, de aquella cuádruple praxis mencionada, pro­cura deducir, ha­cer avanzar y difundir los conceptos y principios que de ella se de­rivan. En este sentido,  y con este único propósito acabamos de fundar Grup d’A­nàlisi Barcelona, sociedad cooperativa de la que hablaremos en otra ocasión.”

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