Juan Campos y el Grup Gran de Barcelona


Por Mercè Martínez

Pat de Maré es invitado a conducir un grupo grande en Barcelona. Este acontecimiento da lugar a que se convoque y se sostenga un Grupo Grande durante más de tres años. Mercè Martínez Torres describe desde su experiencia personal y los testimonios escritos existentes esta nueva aventura grupal. Mercè fuerza el concepto de plexus profesional de Juan y nos interroga sobre dónde estamos en la exploración de nuestro “plexus social”.

1.- Del plexus profesional al plexus social.

Cómo decíamos, 1988 es una fecha clave en la que emergen a la luz procesos de largo recorrido y cristalizan en eventos e inicios de nuevos procesos grupales. Abordamos a continuación la experiencia del “Grup Gran de Barcelona”.

Como explica el propio Juan en su “Singladura en grupo análisis” : “En 1988 invito a Pat de Maré a convocar un grupo grande en Barcelona, antes de también conducir uno en el XVI Symposium de la SEPTG a celebrarse en Pamplona. Quizás sea porque considero a Pat de Maré uno de los dos grupoanalistas de pensamiento original (el otro siendo Robin Skynner) de la Group Analytic Society (London). Quizás porque mis propias concepciones buscaban referentes más allá de los grupos pequeños. El caso es que se abrió el campo grupal en Barcelona al público, a la colaboración multidisciplinar, e intergrupal a nivel nacional e internacional. Plexus Editor(e)s, a punto de fundarse, publica “La historia del grupo grande” de Pat en versión bilingüe, en Barcelona se abre el espacio de un grupo grande quincenal, después de la venida de Pat de Maré convocado por Hanne, que se sostiene durante casi tres años”.

El Grup Gran abre una posibilidad de análisis en grupo distinta de las que había explorado Juan anteriormente, que va más allá del grupo pequeño, sea éste terapéutico, de formación o de supervisión. No sólo es una cuestión de tamaño de grupo, lo es también de la composición, la conducción y la finalidad del mismo. Sin duda Juan, aunque no se responsabiliza de la convocatoria, es quien anima a la formación y el mantenimiento de esta nueva aventura grupal.

Considero que Juan —para dar continuidad a su análisis permanente del grupo y sus consecuencias a nivel individual, grupal y social— precisa de espacios laboratorio en los cuales se pueda contrastar la experiencia con las ideas (desarrollo conceptual). No se trata de meros escenarios en los que observa y toma una postura distanciada (de “analista” con mayúsculas), sino de espacios-tiempos en los que participa activamente y resuena con “los otros” e intenta impulsar una cultura cooperativa y paritaria.

Me parece significativo que los escritos de Juan de esa época exploren el Plexus personal ya descrito en la obra de Foulkes y, particularmente el Plexus profesional, idea desarrollado por Juan Campos mismo en diversos escritos y que define como: “aquellas redes íntimas de personas y circunstancias que se relacionan con las maneras cómo el profesional científico, el psicoterapeuta, desarrolla su actitud analítica, conceptualiza, organiza y justifica su práctica y se convierte en agente de cambio terapéutico”. (Campos, J. 1981[1]).

 

En su trabajo el “Plexus profesional” presentado en Roma dice: “La investigación de grupos con una ocupación, (o su tratamiento mediante un programa de formación) cuando se solicita, normalmente no es en relación a problemas de los miembros individuales del grupo sino más bien relativo a la acción cooperativa en función de los objetivos grupales. El hecho de que sea el criterio de centralidad o marginalidad con respecto al núcleo central de la vida de un individuo lo que delimita su inclusión o no en el Plexus, para mi resulta de importancia capital, tanto en lo que se refiere al Plexus de los profesiona­les como al Plexus de los pacientes”. Como diría Foulkes en su rupturista artículo “El grupo como matrix del los procesos mentales del individuo”: Cualquier cambio en un individuo que forma parte de una tal red (personal network o ­plexus) altera el equilibrio total dentro de la misma. Dado que ello es cierto para médicos, psicólogos o psicoanalistas como para cualquier otra persona, existe un interés profundamente arraigado en que esto no sea descubierto, ya que obligaría a tomar mucho más en cuenta lo que sucede no solo en las redes de pacientes sino también en la de los propios médicos (Foulkes, S. H., 1973; citado en Campos, 1991).

He subrayado algo bien significativo para mí, la idea de explorar los problemas (los obstáculos) de los miembros de un grupo para trabajar cooperativamente en objetivos comunes y, añado, las resistencias a cambiar los roles y las estructuras de las redes profesionales o institucionales. Como dice Juan: “Por lo general médicos, psicólogos y psicoanalistas somos gente más bien poco inclinada al cambio, por lo menos al cambio propio sobre todo si ello significa un cambio en el statu quo de su Plexus profesional. Somos por naturaleza miembros de una profesión conservadora, al igual que lo son los educadores, carceleros y la gente dedicada al gobierno” (Campos, 1991). Esta idea de “plexus profesional” es desde mi punto de vista aún más rupturista que la idea de “plexus personal” propuesta por Foulkes, ya que Foulkes en realidad sigue centrándose en el paciente y la situación terapéutica, mientras que Campos cuestiona el conjunto de creencias implícitas de cada contexto profesional que influyen de forma inconsciente en la praxis profesional y obstaculizan los procesos de cambio.

Por otro lado, Juan en parte se siente fascinado e identificado con la obra de Burrow, en la que encuentra ideas pioneras como la del origen social de la neurosis o la idea de Plexus Social que este autor explica como sigue: «Un aspecto significativo de esas sesiones de grupo está en la circunstancia que desde el principio el paciente es observador al mismo tiempo que observado. De inmediato se convierte en un estudioso responsable de nuestros problemas humanos comunes, personales y sociales. Aparte de ello, hay aún otra ventaja en entrar en grupoanálisis. En su asociación con un grupo, ya sea como individuos o como un todo, bien aparte de las sesiones analíticas, pasa a formar parte de algo como si se tratara de un plexus social (societal plexus), al perseguir con otras gentes un interés común con el propio. A pesar de preservar esas amalgamaciones biológicas inherentes a su organismo es capaz formar relaciones con estudiantes más maduros, más experimentados, en una base que preserva a través del día sus objetivos analíticos mutuos». Y más adelante: «La posición de mis asociados y mía, trabajando como un grupo, está en que los prejuicios pseudo-grupales son la base inconscien­te de nuestra resistencia social y que no se resolverán hasta que los reconozcamos como tan definitivamente inconscientes para la mente social como lo son las resistencias individuales en el análisis individual.[2]«

Pero cómo explorar los plexus profesionales, las resistencias sociales… cómo generar espacios de cambio no sólo individual sino social… cómo crear redes de profesionales –no exclusivamente terapeutas- generadoras de cambio social. Son muchas preguntas para las cuales no hay una “buena respuesta”. Creo que Juan, aunque se identificaba bastante con Burrow, era perfectamente consciente de que su proyecto tuvo escasa incidencia en su entorno, salvo en los propios miembros de la Lifwynn Foundation. El otro referente, Foulkes, tuvo mejor suerte aunque su obra y figura se institucionaliza y quizás por eso pervive. Y si vamos más allá del grupo terapéutico y del grupo de formación, a la manera de Foulkes ¿con que herramienta podemos explorar el “plexus social” y la neurosis colectiva? Tal vez, Juan se planteó que el Grupo Grande podía ser una respuesta y que las ideas y experiencias de Pat de Maré podían ser una vía de acceso para explorar las preguntas planteadas.

 

2.- La trayectoria del Grup Gran

Puede revisarse esa trayectoria común del Grup Gran en diversos escritos que se elaboran para el Symposium/Laboratorio Intergrupal METAMORFOSIS DE NARCISO: IDENTIDAD GRUPAL O CULTURA GRUPAL[3]. También se publica un pequeño artículo en el Boletín de la SEPTG[4]  que da cuenta de la experiencia del Grup Gran de Barcelona, destacando los cambios producidos en el grupo, cuando éste pasa de ser un grupo sin tarea a un grupo de tarea. Es en esta misma sociedad donde llevamos, por vez primera, la experiencia de nuestro grupo grande, concretamente a Madrid, convocando “en grupo” dos sesiones de grupo grande (28 y 29 de abril de 1990). Allí se hace palpable la dificultad por parte del grupo de aceptar ser convocado por otro grupo; se produce una identificación de la persona que abre el grupo con la conductora, siendo frecuentes las intervenciones hacia ella, intentando que acepte su autoridad o cuestionándosela.

En nuestro caso un grupo interdisciplinar, aunque con mayoría de “psi”, donde dialogar sobre los problemas que en tanto que humanos (con nuestro plexus personal y profesional a cuestas) nos preocupaban. Un grupo sin objetivo aparente, sin más señalamientos e interpretaciones que las propias de aquellos seres que estamos dotados de lenguaje y somos capaces de simbolizar la realidad. Pero la verdad es que pocos resistieron la ausencia de una estructura limitada en cierta medida a la convocatoria (hora, lugar) y al deseo de cada uno de los participantes.

Nuestro proceso grupal se podría pensar en diferentes etapas, así es como lo analizamos en el documento “Narcisismo o alternativa grupal”. Un primer momento haría referencia al comienzo del grupo a partir de una convocatoria amplia dirigida a personas, de diversas disciplinas y de diferentes lugares, interesadas en el trabajo grupal y que fue conducido por Pat de Maré, autor de una línea teórico-práctica de grupo grande. Este grupo lo constituyeron 37 personas. Este comienzo constituyó durante largo tiempo un referente mítico. Guardamos de esa etapa de transición una carta escrita por uno de los componentes de grupo residente en el País Vasco (Abril-Septiembre 1988).

Un segundo momento se refiere a la continuación de la experiencia de manera regular, manteniendo a una persona (Hanne Campos) como responsable de la convocatoria con una cierta mínima remuneración económica (ver convocatorias y otras informaciones en el documento anexo). Durante aproximadamente dos años la asistencia variaba en número entre 30 y 20 personas y el lugar de encuentro fue el Hospital de San Pablo. También hubo vaivenes entre entradas, salidas y vueltas al grupo. La preocupación por la identidad del grupo era recurrente y nos parecía que la presencia de una persona responsable de la convocatoria alimentaba la ilusión de ser algo que nos distinguía. Por otra parte, hacíamos hincapié en conocernos, relacionarnos e identificarnos a través del mismo proceso grupal, hasta el extremo de no presentarnos con nuestros nombres a los recién llegados. También había cierta norma explícita de evitar los discursos de disciplina y hacer énfasis en la búsqueda de un lenguaje compartido. Durante este tiempo se mantenía, por un lado, la referencia a aquella primera etapa mítica y, por otro, existía un alto nivel de narcisismo grupal. Una decisión importante en esta etapa fue pasar la responsabilidad de la convocatoria, a todos los miembros del grupo y no mantener más ni este lugar diferenciado ni una persona que cumpla esta función. Esta decisión inicia otra etapa. Surge una primera expresión escrita semi-colectiva en la convocatoria que hace el grupo para una experiencia de grupo grande en el Symposium de la SEPTG celebrado en Madrid en 1990 (Septiembre 1988 – Diciembre 1990).

En la que llamamos tercera etapa, lo más llamativo fue la progresiva reducción en el número de miembros y se hicieron evidentes las necesidades narcisísticas de cada uno y las expectativas no satisfechas. Cómo se dijo entonces: “parece que no habíamos encontrado aún el modo de cuestionarnos sobre las problemáticas comunes —particularmente la violencia generalizada en nuestro mundo— de manera que resultara motivador a los miembros. Las pérdidas de esta etapa y la amenaza a la existencia y supervivencia misma del grupo nos empujaron a buscar a otros con quienes seguir nuestro cuestionamiento y a concretar más el objetivo de nuestra preocupación. Esto se cristalizó en la propuesta de un Symposium/Laboratorio y, específicamente, en el tema del mismo”. El grupo tomaba una decisión sobre el tema, sobre su papel en las jornadas, sobre cómo ponerse a trabajar. Once escritos hablan de movilizarse, ¿pero cómo? (Enero 1990 – Julio 1990).

Esto nos lleva a la última etapa del grupo que se centro en la preparación del Laboratorio/Symposium: Metamorfosis de Narciso: Identidad Grupal o Cultura Grupal». El último período recoge escritos centrados en el tema de las jornadas, transcripciones de las sesiones, un grupo de escritos “exógenos”, unos de miembros del grupo y otros propuestos como lecturas y también algunas cartas y despedidas. También llegan presentaciones de otros grupos como posibles participantes del Symposium e incluso realizamos nuestra propia presentación con gran esfuerzo para escribir como grupo. Quedamos unas 11 personas y empezamos a reunirnos quincenalmente en casa de Juan y Hanne Campos (Septiembre 1991 – Marzo, 1993).

A partir de las transcripciones de las sesiones, Hanne Campos, rescata los conceptos de Juan Campos debatidos en el Grup Gran de Barcelona. Ver documento anexo

 

3.- A donde llegamos con el Grup Gran de Barcelona

 

Algunas de las consideraciones que compartimos en el Symposium sobre nuestro grupo (GGB, 1993):

El Symposium nos permite conectar con el «afuera» y trascender los límites del narcisismo grupal, y al mismo tiempo cuestionarnos y reconocer lo que puede generarse en el grupo a través de lo propio de cada uno, de nuestras diferencias. De lo que se trata es de poner en evidencia la articulación latente entre narcisismo y nuestro funcionamiento colectivo como grupo y de intentar una experiencia compartida con otros grupos.

Sabemos que el lenguaje es el instrumento que nos une y nos separa en este intento articulador. Hemos constatado que los que compartimos significados estamos dentro y dejamos a los otros fuera, y nos planteamos la posibilidad de un pensamiento compartido que posibilite un lenguaje común, articulador de los discursos, para poder compartir la construcción de nuevas ideas y proyectos. Esto es posible solo si podemos liberar las energías puestas al servicio de mantener las estructuras narcisistas individuales o grupales y las podemos dirigir a sostener espacios plurales comprometidos con la idea de que la única alternativa humana que salve lo mortífero de nuestra convivencia es la grupal. Se trata de recuperar la idea de que el grupo es necesario para la supervivencia, es decir de nuestra incapacidad para sobrevivir individualmente.

Una de las dificultades para pensar desde lo grupal se debe a la ausencia de códigos que lo representen; seguimos infiriendo lo social de lo individual. Los espacios plurales quizás nos permitirían la creación de estos códigos para poder abordar los problemas humanos a partir de un lenguaje compartido.

Personalmente, considero que yo pude trabajar muchos aspectos personales y de mis relaciones con los otros (laborales y personales), eso implicaba que el trabajo no empezaba y acababa con cada sesión, sino que implicaba continuidad entre sesiones. También significó escribir muchas veces las reflexiones provocadas en el grupo y revertidas de nuevo a sus miembros. Subjetivamente, me parece que aprendí mucho y de muchas personas, compartimos modelos bien distintos de conducir, observar y estar en grupo.

Aunque no fue en ningún momento un grupo terapéutico, si que fue un grupo de crecimiento, en todo caso como decía Joan Palet era un grupo que “no fa pupa” (que no hace daño). Eso no quiere decir que fuese un grupo inocuo, matizando la frase de Joan Palet, pero ciertamente fue bastante respetuoso—a pesar de las discrepancias y diferencias entre los miembros del grupo, en el que se trató frecuentemente el tema de las guerras y de la violencia pero nunca “se llego a las manos”. Las guerras de sucesión, matar al padre, matar a los hermanos tal vez salieron del grupo pero sólo se manifestaron con/en otros grupos.

El grupo es una caja de resonancia muy potente, los espejos que te devuelven tu imagen son múltiples (algo así como entrar en la atracción de los espejos en una feria) y no siempre agradables, se producen cambios en uno mismo y en la forma de interpretar la realidad, las transferencias y contratransferencias no se analizan como en un grupo terapéutico o en el grupo de a dos de la terapia individual (cada uno ha de hacer consciente (o no) las suyas, llevarlas (o no) al grupo, donde se tomarán en cuenta o no en función del momento del grupo o del estatus de quien las lleva. No dudo que para algunas personas pudo ser duro no ver satisfechas las expectativas narcisísticas y que para aguantar cinco años en un grupo de estas características es preciso estar dispuesto (predispuesto) a tolerar bastante frustración ¡Una situación tan real como la vida misma!

Pero dudo que consiguiéramos que esos procesos de cambio individual, se produjeran a nivel grupal y social. Aunque quisimos explorar el “plexus social” (esta idea la aporto yo, aunque creo que está implícita en el pensamiento de Juan Campos), de nuestro grupo, de nuestros plexus personales y profesionales, de nuestro estar con otros grupos… nos quedamos en “el camino hacía una cultura grupal”.

El pequeño grupo que quedaba del Grup Gran de Barcelona, cuatro de cuyos miembros son de Gd’AB, había pasado a ser un grupo de tarea y se ve claramente que dentro del mismo hay un pequeño núcleo organizador en el cual me siento incluida. De forma, no muy explícita paso a formar parte de Grup d’Anàlisi Barcelona junto con Juan y Hanne Campos, Pere Mir, Susana Jover e Isabel Admetlla. Por ejemplo, se dice respecto al Symposium en la reformulación de objetivos, que se hizo en 1994, que: “en aquel momento Gd’AB asumió la convocatoria, la coordinación y la organización de la experiencia”. Y yo pensaba… ¡eh! que yo busqué el local, hice… y oficialmente no pertenecía a Gd’AB (estas quejas que siempre tenemos cuando trabajamos en grupo), la realidad es que ya estaba plenamente incorporada al grupo… Pero esto ya es otra historia que puede leerse en mi singladura en grupo análisis.


[1] Campos, J. (1981). ‘Foulkes’ Network Theory and the Scope of Group Analysis in Family Therapy. IV International Congress of Group Psychotherapy, Plenum Pub. Corp, NY.

[2]Burrow, T. (1927). The group method of analysis» The Psychoanalytic Review, Vol. XIV, num. 3

[3]Todos estos documentos se presentan y anexan en el apartado dedicado al Symposium Laboratorio Intergrupal: Metamorfosis de Narciso: Identidad Grupal o Cultura Grupal

[4] Campos, J. y Martínez, M. (1993) Una comunidad de terapéutas o terapeútas para la comunidad. Experimentos en comunicación social: promover culturas grupales vs. identificación grupal. Boletín de la Sociedad Española de Psicoterapia y Técnicas de Grupo. Monografía II: Comunidades Terapeúticas II: Métodos, objetivos y linea de pertenencia, 247-251

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